Constança pons martorell
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Constança pons martorell *
Directora de cine i guionista
STATEMENT
Desde pequeña he sentido una necesidad constante de entretener a mis familiares y amigos con cualquier ocurrencia que se me pasara por la cabeza: disfrazarme, hacer sketches en cualquier lugar con mi hermana, escribir historias y dibujarlas, recrear escenas de películas y dirigir a mis padres, primos y abuelos para que interpretaran los papeles que yo imaginaba. Sin ser consciente, el cine se convirtió en el instrumento que me permitió expresar todas esas ideas constantes que se me ocurrían y que tenía la necesidad de contar.
A mi padre siempre le ha apasionado la fotografía, a mi madre contar historias que se inventaba antes de irnos a dormir y a mi hermana dejarse dirigir por mí con infinita paciencia. La cámara de mi padre y las palabras de mi madre fueron mis primeras fuentes de aprendizaje.
Me acuerdo cuando fui por primera vez al cine. La película que vi fue Spider-man y desde entonces me dan miedo las arañas. A partir de ese momento, descubrí que el cine tiene una inmensa capacidad de transformar la realidad, de hacerte sentir cosas que no sabías que llevabas dentro. Además,comprendí que ver una película no era solo un simple entretenimiento, sino que era una puerta a nuevas emociones y a miedos inesperados.
Fue en primero de bachillerato cuando descubrí ESCAC. Antonia Obrador, exalumna de la escuela, vino a nuestro instituto a presentarla. Hasta ese momento, nunca me había planteado que el cine se pudiera estudiar, que existiera un lugar donde aprender a contar. En la asignatura de Comunicación Audiovisual, en primero de bachillerato, nos propusieron realizar un cortometraje, con el cual gané el primer premio en Curt Club Pollença y el año siguiente también. Recuerdo perfectamente lo que sentí al recoger aquel premio: por primera vez tuve la certeza absoluta de que estaba haciendo algo bien y que alguien lo valoraba. A partir de aquel momento, me dí cuenta que el cine era lo mío y entendí todo el esfuerzo que lleva detrás de cada película, de cómo se hacen las cosas y, sobre todo, de cómo no hacerlas.
Y si soy sincera, nunca he sido una buena estudiante. Jamás me gustó estudiar cosas sin interés y durante muchos años me sentí fuera de lugar en el sistema educativo. Repetí bachillerato artístico y no pude hacer la PAU cuando correspondía. Mis amigos avanzaban en su vida y yo sentía que Mallorca se me había quedado pequeña y tenía la necesidad de salir, de descubrir algo más allá. Empecé a investigar qué podía hacer para avanzar en mi vida y fue en ese momento cuando descubrí el curso de Fundation. Este curso fue mi primer contacto con el cine y quedé fascinada. Por eso, decidí presentarme en la PAU, pero por unas décimas no entré en ESCAC, de modo que entré en Comunicación Audiovisual en Blanquerna. A pesar de que sabía que Blanquera no era mi sitio, me empeñe en empezar la carrera porque quería estar en contacto con el mundo del cine y con las cámaras. Al cabo de varios meses, me dí cuenta que ese no era mi sitio: no comprendía cómo el alumnado no podía acercarse a las cámaras hasta prácticamente tercero de carrera, cuando en ESCAC formaba parte de los primeros pasos. Aguanté un año y me fui. Estaba bastante desmotivada porque sabía que entrar en ESCAC no era fácil, pero siempre que quiero algo pongo todo mi esfuerzo para conseguirlo, y así fue. Al año siguiente entré en ESCAC y no pude sentirme más orgullosa de mí misma, sentía que por fin habia conseguido mi mayor sueño.
Desde que estoy aquí, algo ha cambiado dentro de mí. Estudio algo que me apasiona de verdad, que me atraviesa, y eso ha transformado por completo mi manera de aprender. Ya no estudio para aprobar: aprendo para crear, para crecer, para convertirme en la narradora que siempre he querido ser. Sé que no soy la mejor, pero siempre intento estar rodeada de gente más inteligente y creativa para aprender de ellos y motivarme. Por eso quiero hacer el máster de dirección: para seguir aprendiendo de los mejores profesionales y materializar esas ideas que constantemente se me pasan por la cabeza. Al final, dirigir no es solo tomar decisiones, es mucho más que eso: es escuchar, observar, dudar, imaginar y confiar. Es, sobre todo, tener algo que contar a través de la forma más honesta y emocionante posible. Siento que todavía tengo muchas historias que contar y mucho que aprender para poder contarlas bien. El máster de dirección no es para mí un paso más: es el paso fundamental para crecer como cineasta y como persona. Siempre me he dejado la piel por esas cosas que me fascinan y estoy preparada para hacerlo en cada escena, en cada plano, y seguir buscando —con la misma ilusión de cuando era pequeña— esa chispa que hace que una historia no sea solo mía, sino que con un buen trabajo en equipo se convierta de todo el mundo.